viernes, 8 de abril de 2011

La calavera no chilla

Dejen que les cuente de la vez  que casi muero. Una de las tantas veces que el placer de jugar con los mortales me llevo a un descuido fenomenal.
Hay noches en las que decido mirar al mundo y ver qué hay de interesante en el. Busco aquello que llaman la verdad en los ojos de la gente, en la ventana de su alma. A veces no encuentro si no cosas sin importancia y en problemas que no tienen nada de complicado y difícil. En fin, me aburro. En noches como hoy sigo alguna corazonada, que casi siempre me lleva a la nada; pero hoy no es una noche común.
Vi la imagen de un tipo desconocido por completo. Un hombre que solo pensaba en la forma de no pensar más. Llamo mi atención inmediatamente. Su vida era un desastre; pero él no se preguntaba los porqués sino los cómo. Era fascinante estar inmerso en sus pensamientos y recuerdos. Una buena noche se avecina y no pienso perder la oportunidad. Una mente de verdad pensante, como escasean en estos días.
Pensaba en colores para olvidar todas sus razones. Pensaba en esas caricias perdidas mientras el sabor del licor le inundaba los sentidos. Una pequeña sacudida en su cuerpo lo devuelve a sus pensamientos casi suicidas. Abría las paredes de sus recuerdos a mazazos violentos, gritaba a puertas cerradas en su imaginación. No era querer lo perdido lo que le ponía así, era el saber que lo había perdido. Imágenes al azar de una diva sin rostro lo reculaba cada vez más en su silla. Una completa sensación de delicioso desespero.
Su botella casi acaba y comienza a gritar en su mente. Cada vez más su mente se llena de caos. De cosas que parecen no tener sentido. Lo que más le duele es no saber a quién lastimar. Piensa en cómo sacar al asesino que chilla por salir. Vuelven gritos, muchos más que antes. Gritos de dolor, de rabia, de locura, de éxtasis. Mientras más bebe mas se acuerda. Más le duele no pensar en otra cosa.
De la emoción causada, por ese alimento que es su desesperación, me acerco a él botella en mano y con una sonrisa de mejilla a mejilla. Me mira con una mirada de asco y me dice: “¿Quién mierda te crees?”. No podía sino reírme y ofrecerle la botella y mi callada compañía. “No es más que la muestra de mi total agradecimiento. Por fin no estoy aburrido.”. Su mirada de asco y decepción lo decía todo. Que feliz era esa noche. Bebía y me gritaba cosas que no podía entender. “¿eres acaso un demonio que viene a burlarse de mí?” “¿Qué sabe alguien como tu sobre lo que le pasa a alguien como yo?” “¡¿sabes acaso lo que es tener una hambre insaciable?!” “¡¿qué mierda sabes tú de lo que me está pasando?!”. No podía sino reír y sentirme feliz.
Termina por completo la segunda botella y con su último aliento de resignación se marcho. Lo perseguí todo el camino mientras gritaba: “¡Llegare al sol! Por favor muéstrame otra ruta” “Llévame esta noche al sol que ya no lo puedo ver.”
Ya me estaba aburriendo; pues es  la lontananza de la esperanza la ruta más popular. Esos caminos no llaman para nada mi atención. No hay alimento allí para mí. Total lo seguí un rato mas en sus pensamientos, a ver si algo mas pasaba. Al llegar a su apartamento saca una pequeña bolsa transparente con un polvo blancuzco dentro. Lo riega todo sobre una pequeña mesa y comienza a inhalar de forma frenética. En esos momentos su mente se centraba en la imagen de la misma diva de antes; pero ahora su rostro era una calavera. La calavera grito. Gritaba de una forma horrorosa, como si con su grito quisiera acabar allí mismo el mundo. Era tan puro ese odio a todo.
Allí mismo nació el asesino que no sabe a quién lastimar. Empieza a correr de pared en pared. Su rostro comienza a desfigurarse de todas las formas. Tras cada golpe una carcajada sonora sale de su boca. Tras cada carcajada la calavera en su cabeza gritaba. La calavera grito y grito más fuerte. Su desfigurada sonrisa cada vez se hacía más loca. Huele un poco mas de ese polvo blanco de sus delirios. Ya no puedo distinguir nada de lo que piensa. Son imágenes al azar y muy rápidas. Ya no sé si ríe o está llorando. No lo puedo distinguir en su inflamado rostro.
Cuando ya no es más de noche cierra fuerte puertas y ventanas. Lo único en que piensa es que no quiere tener más noticias del frio de la mañana. Qué buena noche he pasado. No quiero que termine. Con el último de sus gritos mira en el espejo su maltratado y desfigurado rostro. Allí fue cuando me vio. Allí fue cuando me vio en sus pensamientos e imágenes. Lanzo un grito de desesperación y arremete a cabezazos contra el vidrio del espejo. MI risa se escuchaba por todo el lugar. No era burla ni mucho menos, era satisfacción.
El piensa que algo he tenido que ver yo con sus actos de desesperación y le hablo desde dentro: “Soy solo un ferviente admirador de esta obra de teatro a la que llamas vida. Anda sigue con tus lamentos y dame un final digno de esta absurda tragicomedia.”
Su rostro cambio de un momento a otro. Simplemente no era el mismo y allí fue cuando me asuste al ver el final que tenía pensado. Con los fragmentos del cristal abre las venas de brazo en forma vertical. Me sonríe a través del ensangrentado vidrio. Se mofa de mí de una manera asquerosa y repugnante. Sentí casi de inmediato las punzadas que indicaban que estaba en grave peligro. La calavera ya no gritaba sino que me señalaba y se reía de mí a carcajadas. Por breves instantes sentía el mismo dolor que el. Me había sumergido mucho en el. Había logrado ser el por un momento, y eso me estaba costando mi existencia.
El se hallaba agonizando mientras reía e inhalaba un poco mas de polvo. “Querías degustarte de mí. Ahora paga el caro precio de no sentir lo propio y muere con mi sufrimiento.”
No podía creer que tanto dolor fuera posible. Nunca había experimentado algo tan fuerte y a la vez martirizante. Mis pensamientos se fundían en los de él y así comencé a desaparecer poco a poco. Ya no era él el que moría. Moría por mi descuido y a manos de un simple.
En los últimos momentos, cuando él se disponía a dejar su último aliento, llego una mujer. Abrió la puerta de par en par y se abalanzo sobre el sujeto intentando socorrerle. Cuando vi en sus ojos pude ver a una antigua conocida. Al introducirme en sus pensamientos intentando no morir pude ver con claridad de quien se trataba. Mi antigua y olvidada amiga. Hace mucho que no la veía. Cuando todos salimos de esa caja nunca más la volvimos a ver; pero allí estaba ofreciéndome su regazo y sus piernas para descansar.
Del sujeto supe que se recupero de su intento. De mi, solo les diré que ahora tengo una deuda eterna y que gracias a ella pueden ustedes salirse de mis manos. Por eso allí donde yo este también estará ella, mi querida hermana, La esperanza.
Atte.: La demencia.
PD: "Hay una delgada línea entre la genialidad y la demencia.” Cuídense de entrar en mi reino sin la luz de la esperanza para guiarlos.

2 comentarios:

  1. Solo me gustaría pensar, en no tener que llegar a tales extremos, por que me puedo cagar en la esperanza, es una de las pocas palabras en las que no me gusta pensar, ni pronunciar, ni necesitar en algún momento, se me hace complejamente fastidiosa e inútil, lo que fue fue, por que así lo quise, y lo que no fue, no fue, por que también! que carajos!

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