viernes, 3 de septiembre de 2010

El habitante de nuestros corazones.

En un lugar en una apartada montaña, vivía un extraño ser sin nombre. Este extraño ser tenía apariencia humana, vestía como cualquier persona, comía como cualquier persona, respiraba como cualquier persona y hasta podía ser cualquier persona. Este ser podía tomar la apariencia de cualquier persona que le viera, haciendo que las personas perdieran su identidad.
Un día, este extraño ser bajó de la montaña en una presurosa carrera, con cara sonriente y con lágrimas en los ojos. Llegó a la población más cercana, un pequeño pueblo de tan sólo 60 habitantes. Apenas llegó a la plaza del pueblo, llamó la atención de todos, incluyendo a los mercaderes que por allí pasaban, diciendo: “Hoy por fin no me encontraré más solo y quiero que todos ustedes sepan como lo pienso hacer.”
“Voy a vivir en esta aldea, voy a ser parte de ustedes y no se preocupen, no voy a causar ningún daño aquí. En realidad, mi objetivo principal es hacer amigos, algunos amigos de verdad.”
Algunas risas se dispararon en la plaza, otras personas permanecieron con una cara de asombro al escuchar tan ridícula declaración; pero todas las caras tenían algo en común, el reflejo de la vergüenza ajena en sus ojos. Todos comenzaron nuevamente sus labores ignorando a este extraño ser. Todos menos un grupo de niños que jugaban en las intermediaciones del lugar. Una pequeña niña llega corriendo donde él y grita: “ Hey tú! Si tú, te hablo a ti. Nos hace falta un jugador más para tener los dos equipos. ¿Sabes jugar football?”
Aunque el tono de la niña fue algo brusco, al punto de que muchos de los niños fruncieron el ceño, el extraño ser aceptó participar; pero advirtió que no sabía jugar: “No se jugar porque jamás he visto a alguien hacerlo. Solo he visto dibujos en los libros.”
El mayor de todos los niños se acerca a él y le dice: “No te preocupes por esas cosas. Nadie nace sabiendo jugar Football. Ahora si quieres te puedo enseñar lo más básico antes de comenzar el partido. Así no te pierdes de nada. ¿Qué te parece? Mi nombre es Thomas por cierto.”
“Pues me parece fantástico.” Dice el extraño ser con una cara sonriente: “¿Podrías mostrarme entonces cómo se juega?”
Thomas sonríe mientras tira el balón al aire. Hace un par de trucos luciendo su habilidad. No dejó caer la pelota al piso como en 5 min. Todos en la plaza quedaron mirando al niño hacer sus fenomenales trucos con el balón.
El extraño ser comenzó entonces a temblar por la emoción y fue cambiando de apariencia hasta que logró ser idéntico a Thomas. Digo que llegó a ser Thomas porque en el instante mismo que tomó el balón comenzó a hacer los mismos trucos de Thomas a tal punto que todos se sintieron asombrados.
Thomas hizo un gesto de envidia y le dijo:” Bueno. Veo que aprendes rápido. Vamos a la cancha y veamos como luces esas habilidades tuyas.”
Comenzó el partido y Thomas hizo un gol impresionante en donde todo el mundo quedó boquiabierto; pero enseguida reaccionó el extraño ser haciendo lo mismo y anotó otro gol de la misma calidad que el de Thomas.
El partido transcurrió y quedó en empate. Los niños se apegaron mucho desde entonces al extraño ser sin nombre. Todos le propusieron que querían estar en su equipo para el próximo encuentro.
Al pasar los días, el extraño ser no encontraba hogar. En una tarde de lluvia, se encontró al carpintero de la región y le pidió ayuda para hacer una casa. Este rió y dijo que sólo lo haría por dinero. El extraño ser frunció el ceño y pensó en una solución y le dijo: “¿Qué tal si en lugar de dinero trabajo una semana para ti?. Aprendo rápido.”
El carpintero accedió con la única condición de que aprendiera y ayudara a hacer su propio hogar. El extraño ser sintió una alegría inmensa y cerró el trato inmediatamente.
Construyeron la casa en 4 días y gran parte de eso se debió a que, prácticamente, eran dos carpinteros profesionales haciendo la casa. Contaron con ayuda de varios vecinos que, asombrados por ver a dos personas idénticas trabajando, se llenaron de curiosidad y se sumaron a la tarea.
De allí en adelante, todos en el pueblo recurrían a la ayuda del extraño ser cada vez que se veían con las manos llenas. El zapatero se quedó asombrado por cómo copiaba su habilidad con la montadora de calzado. El cerrajero se quedó mudo cuando vio como su copia abría las puertas trabadas de la iglesia. El carnicero no creía lo que veía cuando su gemelo limpió el cuerpo de una vaca en las mismas tres horas en que él lo hacía. La sastre del lugar no tenía palabras para describir cómo esa persona igual a ella era capaz de hacer un traje entero en una noche. Así todas las personas del pueblo se enteraron de la destreza de ese ser para cualquier tarea que se le presentase, siempre que le enseñasen a hacerla claro está.
Un día, el extraño ser se encontraba con el borracho del pueblo que le prometió enseñarle a tomar y a diferenciar cada licor que probara. Tras pasar la tarde, y ya entrando la noche, el borracho desistió de la idea de emborrachar a su doble y le dijo: “Por hoy eso es todo lo que puedo enseñarte. Ven mañana a mi casa y seguiremos con las lecciones.”
El extraño ser se dirigió a su hogar tambaleándose y todavía con la figura del borracho. Gracias a su gran borrachera duró perdido un buen rato hasta que se encontró con un viejo, un vecino de él, el cual le indico el camino a su casa. En la mañana siguiente, siente un extraño ruido en la puerta de su hogar. Tras unos segundos reconoce el ruido de las herramientas del cerrajero y decide ir a investigar qué pasaba.
Cuando abre la puerta, se encuentra a una multitud de gente y la policía del pueblo con un anuncio en sus manos: “Por la siguiente, quedas bajo arresto por los cargos de violación y asesinato.”
El extraño ser no daba crédito a lo que oía. Era imposible. Antes de que pudiera abrir su boca, la multitud enloqueció y comenzó a tirarle cosas. Fruta podrida, canastas, zapatos, piedras, etc. Tras unos breves segundos un zapato golpea su cabeza y lo hace sangrar. Al agacharse a recogerlo nota que es un zapato que el mismo había hecho. “puntas y borde de metal” piensa inmediatamente “así resistirían mas” acordándose de lo que el zapatero le había dicho. 
La muchedumbre enfurecida lo lleva casi a rastras al juzgado del pueblo donde el juez y un grupo de gente lo espera para condenarlo. Allí se encontraba también el borracho con la cara partida y los ojos llorosos: “¡¡¡Fue él!!!! “ Grita casi colérico “Fue él quien tomó mi apariencia y se aprovecho de aquella muchacha.”
La turba comenzó a gritar y fue entonces cuando el juez pidió silencio dando un par de mazazos a su cubil en el estrado. La turba cayó y el juicio comenzó. Toda evidencia que se mostraba lo hacía parecer culpable al extraño ser. Un viejo declara que lo vio en la noche pensando que era el borracho, a eso de las 9 pm, después de dialogar un poco le pregunto que a donde se dirigía y éste contesto que a su hogar. Al aclararle que vivía en otra dirección, él respondió que era el ser sin nombre y no el borracho, que ya iba a descansar después de las clases. El viejo no entendió de a mucho y lo dejo ir. Otra señora dice que, cuando se acerco a su casa, vio como el borracho estaba hablando con la difunta, a eso de las 7 pm. Luego de tratar de quitárselo de encima, éste aclaro que era el sin nombre y que la difunta estaba acompañándole a su hogar.
La corte aclaró las horas, se dijo que tuvo suficiente tiempo para que cometiera el asesinato, ya que el cadáver había sido encontrado en la vereda camino a la casa del extraño ser sin nombre. Los gritos de la audiencia comenzaron a clamar venganza. Los padres de la difunta lloraban y lo señalaban con ira y dolor. Los niños no tenían expresión en sus rostros y no daban mérito a lo que oían. Una niña le dijo a su madre: “Es imposible. Él no es de los que son malos, mami.”
Después de que el juez dictara la sentencia a la horca, todos los mayores gritaban y aplaudían de emoción. Esa misma tarde llevaron al extraño ser sin nombre a los calabozos, donde ningún preso le dirigía una mirada. Todos le temían y le repudiaban a más no poder. En la noche, los presos le hicieron la vida imposible. Le gritaban toda clase de maldiciones: “Asesino”, “Violador”, “Te mereces la horca que vas a tener mañana”, “Sabia que en algún momento se caerían las millones de máscaras que podías colocarte, monstruo” 
En la mañana siguiente, todo estaba preparado. El cura llegó a darle la última cena al condenado. Los guardias vestían sus mejores uniformes. La gente esperaba en silencio en la plaza y los niños lloraban silenciosamente al lado de sus madres. Al subirlo a la tarima, le preguntaron sus últimas palabras y el extraño ser proclamó: “Todos ustedes están dementes y por fin veo la verdad. De ahora en adelante viviré en sus pensamientos y nunca podrán confiar en los que los rodean. Desde hoy esa será su maldición.”
Todos quedaron mudos y con la boca abierta. Nadie se atrevió a pronunciar palabra alguna. Mientras lo colgaban sólo se oían los llantos de los niños y los susurros de las madres tratando de calmarlos. El cuerpo inerte del extraño ser sin nombre se precipitaba a la parte baja de la tarima y nadie se atrevía a mirarlo directamente. Todos comenzaron la marcha de regreso a sus labores cuando escucharon un grito de espanto que provenía de la parte baja de la tarima. 
“ ¡¡¡No es él!!! ¡¡¡No es el!!!”
Todos voltearon y miraron horrorizados como el rostro que tenía el cadáver era el del borracho del pueblo. Mientras todos miraban, una risa salía de entre la multitud: “¿Pensaron que era mentira cuando les dije que viviría dentro de todos ustedes?” Era el carpintero del pueblo. Todos miraban horrorizados mientras éste corría como loco alejándose de la multitud. Un disparo sonó y el cuerpo del carpintero cayó al piso con un sonido seco y brusco. Fue una muerte instantánea.
Cuando todos se sintieron un poco aliviados, se escuchó otra carcajada: “Otra equivocación digna de ustedes.” Al mirar alrededor, se dieron cuenta que era la sastre del pueblo quien inmediatamente comenzó a correr. Todos corrieron horrorizados tratando de huir de la maldición. El caos comenzó. La gente fue a su casa y se armó con lo que pudo y empezaron la cacería individual de este extraño ser. Los vecinos se golpeaban unos a otros, los policías se disparaban entre sí, los mercaderes se acuchillaban, las mujeres se ahorcaban unas a otras. Era el caos total.
Entrando la noche había un incendio gigantesco y no quedaba nadie vivo en el pueblo exceptuando a los niños. Todos lloraban y los más grandes tomaban en sus brazos a los más pequeños mientras salían del pueblo. En el camino a la salida, los niños voltearon a mirar lo que había sido su hogar. Veían como las llamas danzaban alrededor y encima de todo aquello que les era familiar.
Cuando emprenden la marcha nuevamente, una figura salió a su encuentro en el camino. Era el extraño ser sin nombre. Todos cierran los ojos en señal de miedo y Thomas, el mayor de todos ellos, arremete contra el extraño ser sin nombre. Éste, en lugar de enfurecerse, lo toma de los brazos y le devuelve una sonrisa. Los niños no entienden que está pasando cuando el extraño ser rompe el silencio:
“Tranquilos mis pequeños niños. Todos ustedes están vivos porque así quise yo. Me he dado cuenta que las únicas personas que no sentían envidia u odio hacia mí eran ustedes. Por eso se han librado de mi maldición y nadie los veía mientras estaban cegados por ella. Todos ustedes están salvos por ser tan puros y honestos con sus sentimientos. Porque no se dejaron llevar de lo que parecía y atendieron sus corazones. Y por eso siempre que conserven ese corazón de niño vivirán lejos de mi maldición. “
Los niños no entendían qué les estaba diciendo y muchos lo ignoraron y siguieron su camino con lágrimas en sus ojos. Al alejarse unos metros del extraño ser, éste les grito: “Se me olvidaba decirles algo importante. Desde hoy no seré mas el extraño ser sin nombre. Desde hoy seré conocido como Rencor y vivirán bien mientras no me hagan brotar en sus corazones.”

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